Inmune a los
rostros bellos
con cabezas
huecas.
Solo me fijo
en un tipo de
belleza:
la llena de
amargura.
La atracción
por las miradas
frías, repletas
de tristeza,
que te cuentan
tormentas
en el apagón
de sus pupilas,
y que como
rayos,
inevitablemente
queman.
La atracción
por las ojeras,
que las convierten
en algo más
que insomnio
o decadencia.
Son las pesadillas
que caminan
contigo
día tras día;
símbolo de
sueños rotos,
y de
tus aspiraciones
reducidas
a miseria.
Se trata de
un tipo de
belleza
que envejece
a quien
la padece,
pero que te
convierte
en un
ser,
como poco,
extraordinario.